A diferencia del metro de Londres, que está hecho únicamente para
transportar pasajeros de un lado a otro mientras aprovechan para asaltarlos con
publicidad, el de Moscú fue diseñado para cautivar artísticamente el ir y venir
de los ciudadanos, haciéndolos sentir en medio de la opulencia de un palacio,
un palacio al alcance de cualquier ciudadano siguiendo los ideales comunistas
del régimen que lo construyó.
La idea de construir un metro en Moscú no surgió en la época de la Unión
Soviética, sino mucho antes, sin embargo, por distintos motivos (incluida la Primera
Guerra Mundial) no se comenzaron las obras sino tras un pleno del partido
comunista en 1931, después de la Revolución Rusa del 17. Las primeras
estaciones se inauguraron cuatro años después, continuando con su ampliación
hasta la fecha. Las primeras rutas fueron diseñadas por Lazard Kaganovich y las
obras de arte fueron creadas por artistas del pueblo, pero el dato más curioso
es que la obra de ingeniería no fue realizada por rusos sino por ingleses,
hecho que produjo cierto temor en Stalin, que llegó a encarcelar a algunos
trabajadores acusándolos de espionaje. ¿Y por qué ingleses?, pues básicamente
porque el metro de Londres era un referente de ingeniería y se consideraba que
los británicos eran los mejores para construir una obra tan importante como
aquella. Otra de las curiosidades del metro de Moscú es la gran profundidad,
especialmente en algunas líneas realizadas durante la época de la Guerra Fría, construidas
de tal manera que pudiesen servir como refugio nuclear.
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