jueves, 7 de febrero de 2013

Extrarradio de la libertad: Diane Arbus


    La timidez es atrevida, pero encierra miedos. Esta popular cita, frase hecha, o espontaneidad verbal, la escuché de un compañero aficionado a la fotografía hará ya hace algunos añitos, mientras contemplábamos un batir de olas en el áspero roquedo costero de una de nuestras siete ínsulas, y aún hoy dicho mensaje, lo llevo grapado en mi, todavía funcional, memoria. Más adelante, los miedos propios de la juventud, la incertidumbre ocasionada por los avatares en los que te envuelve la vida, el áspero sabor a impotencia que te insufla un devenir engalanado con puñeteras rémoras bautizadas, en el “rebumbio popular”, como “malas rachas” trastocaron mi persona y, sin vuelta atrás, di rienda suelta a la curiosidad, a esa mano cálida, a veces fría, y si me apuran, con velo oscuro que te agarra y apenas te suelta. Así estaba servidor, desenfocado, a veces en mal encuadre, y salpicando e interiorizando a la vez gotas emocionales sin razón alguna, aparentemente. Temporadas de ensimismamiento invadieron mi sensibilidad, sólo la observación y el tiempo, de silencio, derivó poquito a poco hacia ese necesario empujoncito para que individualizara las masas, las terrenales, y si lo tienen a bien juzgar, incluso las cósmicas, las inconscientemente conscientes, que haberlas haylas, como se diría en Galicia. Y entonces apareció ella; en tinta, en papel, en auto retrato, en instantáneas, les estoy hablando de la célebre fotógrafa estadounidense Diane Arbus (Nueva York, 14 de marzo de 1923 -  26 de julio de 1971) Realmente se llamaba Diane Nemerov, lo de “Arbus” viene del apellido de su primer y único marido, Allan Arbus, al contraer matrimonio.


  Ríos, o mejor dicho, torrentes de artículos, tesis, tecinas, ensayos, estudios varios, “intentos cinematográficos”, retazos biográficos, análisis meticulosos o divulgativos realizados por expertos en fotografía, marchantes de arte, directores de prestigiosas revistas de fotografía de ese tiempo, psiquiatras, psicólogos, demás personal adscrito al área de Salud Mental (Diane tuvo bastantes depresiones, incluso se le cronificaron ya desde la adolescencia, que hizo que a lo largo de su vida se deteriorarse física y psíquicamente, incluso murió resultado de un suicidio, como consta en el diagnóstico del médico forense, que concluyó en afirmar que <<…la intoxicación aguda con barbitúricos y los cortes en sus muñecas fue lo que la mató en el baño de su apartamento…>>) maestros aficionados a las artes plásticas, filósofos, etc. o los siempre presentes “todólogos” (los que saben de todo sin saber prácticamente de nada) han vertido todo tipo de “testimonios”, propios o ajenos, sobre alguna de sus “excéntricas” fotografías. Cabe destacar opiniones y críticas de todos los gustos, de lo tachado como absolutamente repugnante a lo elevado a la categoría de sublime. No queda al margen (para bien o para mal) su forma de actuar en la vida, en su vida pública como fotógrafa y en la privada como esposa, madre, alma libre, amante del sentido pleno, de su quehacer bohemio, etc. Incluso su marido, Allan Arbus, consentía eso, aparte de iniciarla precozmente en la técnica fotográfica, ya que era él fotógrafo y trabajaba al servicio de revistas de moda, publicidad, etc. Por fortuna o por desgracia para Diane Arbus (según se vea) se ha dado más pábulo a virtuosismos íntimos, a sus momentos de confesada bisexualidad o bigamia, exhibicionismo público (cuentan que disfrutaba masturbándose en las cercanías de la ventana para que la viesen los vecinos) que a la esencia de su inteligencia emocional, sensorial, y creativa (Diane Arbus, adviértase, vivió en el Nueva York de mitad del siglo XX, con su etapas más puritanas y sus etapas más psicodélicas cuando despuntaba Andy Warhol y sus sonadas bacanales, las correrías de los poetas beat, Beat Generation, con Irwin Allen Ginsberg a la cabeza, movimientos como el de los Panteras Negras, el movimiento hippie y sus sonadas protestas ante la Guerra de Vietnam, etc.)


     La mezcolanza, por tanto, acerca de la vida y obra de Diane Arbus ha sido y sigue siendo, y creo que será, la punta de un enorme iceberg, debido al secretismo que su familia y amigos cercanos, los íntimos sobretodo, han pactado sellar con una, no menos importante, cohorte de biógrafos, en particular los ávidos en “sonsacar” lo “amarillezco” de su persona más que la genialidad, a mi juicio, de su arte fotográfico, en especial.  Ante esto, no hace tanto tiempo, consulté una estupenda biografía, eso sí, sólo autorizada por algunas personas que se aventuraron buenamente a opinar, reflexionar y dar luz a claroscuros sobre Diane. En España esta biografía que lleva por título “Diane Arbus”, a secas, se tradujo hará pocos años al castellano (traducción de Beatriz López-Buisán), es de la editorial Lumen, y su biógrafa es Patricia Bosworth. Es una biografía completísima, coral, ya que charlan amenamente y sin tecnicismos ni soflamas incendiarias todos los que conocieron a Diane (algunos miembros de su familia –sus hijas, hermano-, fotógrafos, personalidades del arte, modelos y alumnos, entre otras muchas personalidades de juicioso parecer sobre ella).  

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